martes, 3 de diciembre de 2013

Grietas del corazón

Grietas del corazón

            Anoche en la entrega de los premios Tato, se planteó una especie de duelo dialéctico entre periodistas que en el pasado hermanaban juntos y hoy los encuentran en veredas diferentes.  Paradojas de desencuentros argentinos. Jorge Lanata y Reynaldo Sietecase protagonizaron un nuevo round en el periodismo argentino. Esta vez, desde los atriles de una ceremonia alejados de los cánones básicos del periodismo político.

            Más allá de los halcones y palomas, de los ganadores o vencidos y de los aplaudidores de siempre, voy a tomar la posta que esgrimió Sietecase cuando habló de la grieta que se ha configurado en nuestro país.

            Es innegable que transitamos por tiempos de efervescencia social y política, una pulsión  argentina que se incrementó en la década Kirchnerista, con el florecimiento de simbolismos, de nuevas identidades y de fanatismos desbordados.  Esta nueva coyuntura dispuso del encono de otro polo extremista, pero en su esencia anclado en una misma liturgia exclamativa y de posicionamientos ciegos.

            ¿Pero esta dicotomía y este desborde desencontrado entre argentinos, es solamente por el accionar de un gobierno de turno?

            No podemos caer en la tentación por diferencias ideológicas o gustos políticos de atribuir una grieta entre argentinos a un solo Gobierno. Si repasamos la historia, parece ser crónica nuestra desunión para forjar una comunidad.  De las crónicas entre Federales y Unitarios, o la frase estigmatizadora de Sarmiento de "Civilización o Barbarie", o hasta más acá en el tiempo, entre peronistas y antiperonistas.

            Los extremos se unen, en eso la historia siempre fue sabia y nos ha aportado ejemplos históricos, pero el periodismo no puede ser cómplice de la coyuntura o la disputa de poder de bandos desencontrados que no pretenden una unidad histórica, más bien el encono hacía el diferente.  Se reniega de pensar al otro como hermano o compatriota y reflejan el odio como factor decisivo a la hora de apuntalar una proximidad de dialogo.

            El periodismo debe ser crítico, pero la crítica no puede ser partícipe del accionar del libreto de las grandes empresas que son parte del equilibrio de poder de la Argentina de 2013. Tampoco debe ser parte de una banda de fanáticos que emplea los recursos del estado para estigmatizar y disciplinar a los pares. Eso no es periodismo.

            El periodismo es un actor más de la sociedad, tiene el privilegio de tener derecho a la pluma o hablar frente a cámaras o peceras radiales. El vedettismo privado o la renta estatal no puede cegar la coherencia y la mirada del periodista para dar cuenta de los hechos y de su formación previa. Pero el periodismo es sólo una muestra más de como convivimos en escenarios donde se imprimen distancias, crispaciones,  disciplinamientos e individualismos coyunturales.

            Lo paradójico de todo es que los dos polos argentos se enfrentan por causales básicas. No hay diálogo, no hay entendimientos, son grietas del corazón.