“Los hombres como Sarmiento pueden
caldearse por la excesiva función que desempeñan: Los ignorantes confunden su
pasión con la locura. Pero juzgados en la evolución de las razas y de los grupos
sociales, ellos culminan como casos de perfeccionamiento activo, en beneficio
de la civilización y la especie”
José Ingenieros
A.
INTRODUCCIÓN
Sarmiento y la izquierda argentina
tienen infinidades de cuestiones que contar y que traslucir frente al velo del
gen dicotómico argentino. Una lógica binaria en la que estamos inmersos desde
hace 201 años de la creación del “ser argentino”.
Partimos
a hacer un ejercicio que construya,
configure e incite a la conexión o la fusión de ideas, que desde la
lógica schmittiana de no poder
contemplar grises ni apreciar las diferencias, no deja trascender ni fomentar
la apreciación que, desde paradigmas opuestos, permite alinear ideas,
tendencias y preconfiguraciones que evoquen lineamientos similares a la hora de
mirar lo político y la política de nuestro país.
De la
extensa bibliografía de Domingo Faustino Sarmiento se pueden extraer
tres enclaves importantes y fundamentales para entender las conexiones con la
izquierda argentina: El concepto de república, el de democracia y el de
inmigración. Conceptos que tienen un entramado de luchas, de contradicciones y
de reformulaciones que se pondrán en tela de juicio, se compararán y terminarán
por fusionarse con la pretensión de lograr que teoría y praxis -afirmadas en el
dicho popular como equidistantes- puedan lograr una afirmación argumentativa,
de contenidos cercanos y similares en apreciación.
La osadía y lo onírico de esta puesta
en marcha no es un condicionamiento, sino que es un impulso atrapante y
enriquecedor que lleva al conocimiento de distintas perspectivas, lineamientos,
posicionamientos y observaciones a una conclusión más cabal de lo que fue, de
lo que es y de lo que será el pensamiento social argentino y latinoamericano.
1. REPÚBLICA ( Civilización o Barbarie + Unidad Latinoamericana )
La
república en clave “sarmientina” es la primera estación que nos traslada al
encuentro imaginario y al puente de ideas argentinas entre Domingo Faustino
Sarmiento y la izquierda “gaucha” tradicional.
Sarmiento en Facundo inicia su edificación teórico-práctica de su pretensión
republicana. Parte de la dicotomía entre civilización y barbarie. La
civilización se enmarca con Europa, Estados Unidos, la ciudad, Rivadavia, etc.
En tanto la barbarie se asemeja a América latina, España, el campo, Roca, etc.[1]
Estas ideas van a ser retomadas por la
izquierda tradicional Argentina, si bien no retienen la entidad originaria, el
corpus argumentativo está presente.
“La
civilización argentina es un derivado de la barbarie argentina. No se disocian
los términos como para oponerlos en excluyente fórmula beligerante; se enlazan,
se complementan, se confunden. No civilización frente a barbarie. Sí,
civilización con barbarie. Nuestra barbarie es el alimento de nuestra
civilización. Su alimento primero. Durante gran parte del primer siglo
republicano, fue el único”.[2]
Otra
característica clave del ex Presidente a la hora de argumentar el concepto de república,
se cristalizó en la pretensión de extender las raíces de la civilización, enarboladas
en materialización del espejo norteamericano, como afirma Natalio Botana al
fundamentar que: “Sarmiento
quería a la república como un objeto capaz de ser poseído. Más que una forma de
gobierno y un orden estatal (monopolio de la violencia que, cuando le tocó en
suerte, impuso contra viento y marea), la república era para ese ser enorme de
asociación y sentimientos comunes, ensanchó el perímetro de las ciudades”.[3]
La izquierda
argentina, a su manera, también reivindicó dar un paso adelante frente al presente
del país que atesoraba autoritarismo, explotación y desigualdad social. La
civilización era una respuesta a la desesperanza de la época, al fomento de una
educación pública de nivel, a una mayor transparencia pública, a un sin fin de
nuevas oportunidades para el trabajador, y así lo reflejó uno de los fundadores
y símbolos del Partido Socialista, Juan Bautista Justo, al expresar que: “No disculpemos
nuestro atraso diciendo que somos una nación joven, ni con las condiciones especiales
del país. El pueblo de Nueva Zelanda, agrícola y pastoril como el nuestro, y
con una historia de pocas décadas, tiene instituciones y costumbres políticas
que ya otros pueblos imitan. En la Unión Americana , los estados últimamente
constituidos en el Far West se dan las constituciones más libres y establecen
las prácticas políticas más adelantadas. En la misma Colonia del Cabo, país de
negros, cuya población blanca está dividida por cuestión de razas, la política
es un modelo al lado de la nuestra: en las elecciones de marzo del corriente
año triunfó allí el partido progresista,
cuyo programa es la libre introducción de los productos alimenticios, la
educación obligatoria, el impuesto sobre el alcohol, la restricción de la venta
de licores a los nativos, el desarrollo ferrocarrilero y un voto anual u otro
para la defensa marítima del Imperio Británico”[4].
Sarmiento proseguía en su escarmiento teórico a la hora de identificar
el concepto republicano en la
Argentina y esa tendencia prosiguió en otra de sus obras
clásicas, como ha sido Viajes en África, Europa y América. Allí exhibe
un malestar en ascenso contra las manifestaciones y los sucesos que se venían
registrando en Argentina y en América del sur, donde la libertad y la educación
estaban ausentes no existía tampoco una Constitución que efectivice el quehacer
ciudadano. Aquí se ve como el desvelo del modelo estadounidense hipnotizaba al
expresidente y, a su vez, comparándolo con la realidad sudamericana, se
mostraba decepcionado: “¡Qué maldición pesa, Dios mío, sobre aquella malhadada raza española en la América del Sud, que sin
el consolador espectáculo de la sajona del Norte, el republicano moderno se quitaría
la vida como Casio, desesperando ya para siempre de la libertad como de una quimera,
renegando de la virtud como de una sombra vana!”.[5]
En una línea lógica similar Juan Bautista
Justo plantea en un discurso memorable en 1898 cómo la sociedad argentina no
puede quitarse el velo para poder traspasar la pared del atraso que la tenía a
finales de siglo XIX ensimismada en una órbita de decepción institucional,
cultural y formativa “Si nuestra política es nula o contraproducente, como parece indicarlo el
desprecio con que muchos hombres de
pocos alcances hablan entre nosotros de la política en general debe ser porque políticamente
somos un pueblo ignorante y bárbaro, porque
recibimos la inmigración de pueblos que tampoco tienen educación política”.[6]
Ese ideal cognoscible buscado por
Sarmiento, en el cual su mirada civilizatoria y emancipatoria, recurría
inexorablemente al origen identitario de forjar una “unidad latinoamericana
básica”, donde Uruguay, junto con el Paraguay y la República Argentina
en una federación con el nombre de “Estados Unidos de la América del sud” debía
cristalizar y revelar la esperanza del porvenir y de la prosperidad del sur.[7]
Esa amplitud de fronteras, de territorios y de voces se asemeja a grandes
rasgos con el grito sagrado latinoamericanista de la izquierda tradicional,
evocado desde José Ingenieros, Alfredo Palacios, Jorge Ramos hasta Mílciades Peña, entre otros
referentes de la izquierda nacional.
Uno de estos grandes
personajes de la izquierda, Alfredo Lorenzo Palacios, fue de los primeros
dentro del gran espectro izquierdista que planteó la necesidad de unir, de
plasmar y de congeniar las ideas y las voces latinoamericanas en una causa que
encuentre a las diversas expresiones unidas o, como diría Ugarte, sumidos en la
formación de una “patria grande”.
En resumen, se puede apreciar
como los dilemas ideológicos e intelectualistas quedan reducidos o aislados
frente a la temática abordada, y cómo se han mediado puentes entre retóricas
alejadas desde las ideas y los programas reflejando que el universo político de
los extremos se puede fusionar en cuestiones puntuales. Al final de cuentas, como
bien dice José Ingenieros, “Sarmiento sintetiza una era en nuestra latinidad
americana”[8].
2. DEMOCRACIA ( EDUCACIÓN
POPULAR + INSTITUCIONES )
El sentido democrático del autor del Facundo se efectivizó en la praxis
durante su mandato como presidente de la nación. Entre las facetas más
importantes de la política que llevó a cabo se pueden destacar: el otorgamiento
de mayores recursos para las provincias, el importante rol de la política
educacional con la creación de gran cantidad de
escuelas en el interior del país, la visión
latinoamericanista de su política diplomática y el anhelo del respeto y el
cuidado de las instituciones del país.
El respeto de la
ley, la constitución y las instituciones democráticas fueron unas de las “leyendas” con las cuales pregonaba
antes de encauzar su destino hacia la
presidencia. Esta idea queda reflejada en forma clara, al referirse que “volver a
reconstruir la
república bajo el imperio que las leyes que permiten la libertad, sin la
licencia, que
hacen inútil el terror y las violencias que los estúpidos necesitan para
mandar”. [9]
En tanto, los socialistas de la mano de Juan Bautista
Justo vociferaban que se debía sacar del terreno personal a la política e
implementar una auténtica democracia. El desafío era atacar la denominada
“política criolla”, con su impronta caudillista, antidemocrática y facciosa. El
ejemplo más claro se situaba en la educación, uno de los pilares de esa
cosmovisión represiva y corrupta. En ese sentido y siguiendo la línea de
Sarmiento, el socialismo fortaleció una de sus banderas, como fue en 1918, la
generación del movimiento reformista universitario y su programa que se
efectivizó en ese año.
La educación popular,
la expansión de la “civilización”
al interior “bárbaro” era una de las grandes apuestas de amplitud
democrática, en un país subordinado en el centralismo absoluto y en lógica
perversa del caudillismo. El estado debía tener una función articuladora emancipadora,
que logre traspasar las barreras imaginarias que se hacían sentir desde Buenos
Aires. El cambio debía surgir del Estado nacional, esta idea la había tomado de
sus viajes a Estados Unidos principalmente, donde el rol del Estado en lógicas
de salud y educación forjaban una expansión manifiesta de la democracia. “La educación
formaba a los individuos aptos para competir en el mercado y hacerse cargo de
las cosas públicas. Entre ellas, en primer lugar, las escuelas y los maestros,
que eran responsabilidad de todo gobierno local.”[10]
Para los socialistas y la izquierda en general, la
educación popular era un principio y una forma de acción. Alicia Moreau era
fundamentalmente educadora: en los cursos que dictaba, en las organizaciones que
creaba o impulsaba. Había hecho de la docencia un sacerdocio. Milciades Peña
reflejaba a un Sarmiento que anhelaba la educación común, civilizar al pueblo
mediante la educación primaria, para arrancar a los hijos de la oligarquía el
monopolio educativo. Esto no
quiere decir que tanto los socialistas o la izquierda más dura reivindiquen la
idea dicotómica entre civilización y barbarie o que concuerden con la premisa
de genocidio contra los pueblos originarios.
El respeto por las instituciones es
uno de los puntos álgidos que enmarca tanto a Sarmiento como a la izquierda
tradicional, en una reválida por lograr una democracia verdadera. El expresidente
argumentaba que “El mal no está en los hombres, sino en
la falta de instituciones, en la falsedad de posición de cada uno de los personajes
de este extraño drama”[11].
Buscaba un
paralelismo directo con las instituciones estadounidenses en búsqueda de mayor
armonía pública, amplitud democrática, transparencia y pluralismo manifiesto
que elimine cualquier rastro corrupto, oscuro e inmoral de las instituciones de
la nación.
Tanto
el socialismo como la izquierda dura se identifican con lo institucional, con
la mejora y con la transparencia real, con la democratización y con la
profundización de una coherencia de la ética pública; fundamentación que se
aprecia en todas sus expresiones, simbolismos y etapas de vida.
Esta
lucha por la reafirmación democrática y por la defensa irrestricta de las
instituciones públicas se puede vislumbrar en palabras del periodista y
escritor Dardo Cúneo, quien afirmaba que: “El
ciudadano sabía que valía como tal cuando participaba en la democracia popular
de la esquina, de su barrio, entre los suyos; en cambio, cuando era llamado para
elegir un presidente para la república se producía la baja de su valor como
ciudadano. La democracia terminaba donde debía encontrar su confirmación”. [12]
En
resumen, la democracia para Sarmiento tiene un hilo conductor que se une con
las formas de la izquierda argentina. La predica por una mejor
institucionalización del país como recurso a la amplitud democrática o a la
expansión de la ética pública como pilar de grandeza nacional. El sostenimiento
y la lucha por la expansión de una educación pública que trascienda la ciudad,
provincia y fronteras para poder disponer de hombres racionales que dispensen
de toda sumisión al autoritarismo. La constitución como el ideario empírico del
país, cuyo valor fundamental era su cumplimiento, su expansión y su
interpretación manifiesta como base fundamental republicana. Todas estas causas
se interrelacionan con la finalidad de edificar una construcción real y práctica
democrática que se manifieste a lo largo y a lo ancho del país, como parte de
lo que decía Guillermo Estévez Boero, como el avance de los pueblos y su lógica
de trascender con el tiempo respetando los procesos, la experiencia y las
luchas. [13]
3. INMIGRACIÓN
La
inmigración es un foco de atención primordial en la lógica de Sarmiento y en la
izquierda argentina. Esta debía ser una política dinámica que tenga como efecto
inmediato poblar el país con mano de obra disponible, ampliar la mirada
cultural y generar riquezas[14].
En otras palabras: democratizar el uso de la tierra, navegación de los ríos y
la confianza en el gobierno.
El
socialismo en la voz de Juan Bautista Justo no renegaba la idea de fomentar la
inmigración extranjera, sin embargo era crítico de aquel elemento artificial
que supone a la inmigración, como el recurso de colonización capitalista. Justo
decía que “En nombre de este nacionalismo
obrero, protestemos siempre contra todo elemento artificial de la inmigración,
opongámonos a ese mal recurso de la colonización capitalista, que hace pagar al
pueblo trabajador del país el aporte de los competidores en la lucha por el
salario. Vengan en buena hora obreros extranjeros, pero vengan espontáneamente;
en prueba de que aquí los trabajadores están mejor que en otra parte, y vengan
sobre todo los que tengan ya en la levadura de ideas, la chispa de conciencia
histórica que haya puesto en su cerebro el socialismo europeo, e incorpórense
cuanto antes a nuestros gremios ya nuestra organización política”. [15]
Sarmiento
tenía una gran esperanza respecto a la inmigración europea, a la cual veía como
“el elemento de principal orden y moralización con que la República Argentina
contaba en aquel entonces”[16].
Sin embargo, cabe destacar que Sarmiento no fomentaba cualquier tipo de
inmigración europea sino puntualmente aquella que viniese a aportar su trabajo,
ejemplo e ideas para desarrollar la nación, y no especulaciones financieras
bajo el nombre de empréstitos impagables. Decía Sarmiento: "Somos muy pocos habitantes para abarcar
tanta tierra como la que tenemos para el trabajo y la riqueza. La del país no
se hará sino con el esfuerzo de los extranjeros. No queremos sus ahorros
convertidos en empréstitos que muchas veces no podemos pagar. Queremos sus
brazos, sus músculos, su inteligencia, sus iniciativas”.[17] Su interpretación consistía en depositar su confianza en
el rol civilizador que traía la moralidad, junto a la idea de que el inmigrante
o la inmigración proveerían a la república un progreso social incalculable,
aunque rechazaba a aquellos extranjeros que buscaban el beneficio propio en
detrimento de la emancipación de la
civilización.
En
esta línea de pensamiento y desde la izquierda nacional, Norberto Galasso
reconoce el fomentar entre los inmigrantes las ideas de unidad, de
nacionalismo, de lograr la radicación definitiva e inserción dentro de la república
pero fundamentalmente que los llegados de diversas latitudes intervengan en la
acción política y en la expansión democrática que ello trae.[18]
Esa acción política fue vista por Nahuel Moreno como el
desarrollo de las fuerzas productivas[19],
creación netamente humana, que posibilitó la comunión de ideas, el intercambio
cultural, la ampliación de las relaciones de producción y la interrelación
política para el devenir de la nación argentina.
En
resumen, la temática correspondiente a la inmigración comprendió un largo
proceso de adecuación en el pensamiento de Sarmiento, en el cual avizoraba una
tendencia política de disponer de la inmigración como emergente y como
herramienta práctica para la evolución del país. Lograr la integración federal,
unir los distintos puntos cardinales, asegurar el poblamiento de zonas
deshabitadas y la formación de una verdadera identidad nacional que traspasase
las fronteras de la Buenos
Aires civilizada era la manera de aglutinar las ideas
avanzadas del primer mundo. Todo este entramado trae como corolario la idea del
avance, del progreso social, de la democratización de la república, en tiempos
en que la Constitución
era un mero conjunto de leyes inertes, sumado a la existencia de un caudillismo
absoluto y un tendal de analfabetismo en crecimiento. Ideas que la izquierda argentina
impulsara, aunque no de forma calcada pero generando y luchando por el avance
del concepto de lo nacional y adaptando a los inmigrantes al barro político
para poder lograr el beneficio igualitario de todos los ciudadanos, el respeto
por las libertades constitucionales olvidadas y diseñar caminos para modificar
una realidad social estigmatizada para los grupos sociales de clase baja o
recién llegados de otros países, olvidados por los gobiernos de turno de la
época.
Llegamos al final del cauce,
del ejercicio asociativo y del puente imaginario entre Sarmiento y la izquierda
argentina. A lo largo del recorrido de ensueño se pudo constatar diversas
tesituras que fueron acomodando el mapa conceptual entre los dos campos
ideológicamente opuestos y separados en apariencia, como lo son Sarmiento y la
izquierda nacional. Se pudo apreciar como el concepto republicano en Sarmiento
no es distante sino que puede tener un sentido lineal y aproximado al entramado
conceptual de la izquierda “gaucha”. La mirada puesta en modelos exitosos del
exterior como formas de progreso, avance nacional, solución y forma de expandir el orden civilizatorio, en
una Argentina a la cual le reprendían el sentido de atraso y de calidad
institucional.
[1] Sarmiento,
Domingo Faustino, “Facundo o civilización o barbarie”. Edicomunicación. 1994.
[2] Cúneo,
Dardo, “El desencuentro Argentino”.Editorial Pleamar.1965. Pág.6.
[3] Ver Botana, Natalio “Lo que Sarmiento nos diría hoy”.
Disponible en:
http://www.lanacion.com.ar/1339139-lo-que-sarmiento-nos-diria-hoy
[4] Justo,
Juan Bautista, “Conferencia dada en El Ateneo, de Buenos Aires, el 18 de julio
de 1898” .Pág.
9
[5] Sarmiento, Domingo
Faustino, “Viajes en Europa, África y Ámerica”. Santiago de Chile.1849. Pág.215.
[6] Justo,
Juan Bautista, “Conferencia dada en El Ateneo, de Buenos Aires, el 18 de julio
de 1898” .Pág.
9.
[7] Sarmiento,
Domingo Faustino, “Argirolopis o la capital de los estados confederados del río
de la plata”.1850.
[8] Ingenieros,
José, “El hombre mediocre”.Editorial El Aleph. Buenos Aires. 2000. Pág.192.
[9] Sarmiento,
Domingo Faustino, “Facundo o civilización o barbarie”. Edicomunicación. 1994.
Pág.90.
[10] Ver Romero, Luis Alberto, “Sarmiento: La
educación y la democracia”. Disponible en: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0554/articulo.php?art=27635&ed=0554
[11] Sarmiento,
Domingo Faustino, “Argiropolis o la capital de los estados confederados del río
de la plata”.Santiago de Chile.1850.Pág.46.
[12] Cúneo,
Dardo, “El desencuentro Argentino”.Editorial Pleamar.1965. Pág.33.
[13] Estévez
Boero, Guillermo, “Argentina en el tiempo”.Editada por el Partido Socialista
Popular.1980.
[14] Sarmiento,
Domingo Faustino, “Argirolopis o la capital de los estados confederados del río
de la plata”.1850.
[15] Justo, Juan Bautista,
“Internacionalismo y patria”. Buenos Aires. La Vanguardia , 1925. Pág.
123.
[16] Sarmiento, Domingo Faustino, “Facundo o civilización o
barbarie”. Edicomunicación. 1994. Pág.327.
[17] Peña, Milciades, “Alberdi,
Sarmiento, el 90 – Límites del nacionalismo argentino en el siglo XIX”. 1973.
Pág.68.
[18] Galasso,
Norberto, “Sarmiento, civilizado o bárbaro”. Centro cultura Enrique Santos
Discépolo, 2003.
[19] Moreno,
Nahuel, “Método para la interpretación de la historia argentina”. Ediciones
Antídoto. Buenos Aires, 1989