viernes, 12 de julio de 2013

El puente imaginario entre Sarmiento y la izquierda argentina



“Los hombres como Sarmiento pueden caldearse por la excesiva función que desempeñan: Los ignorantes confunden su pasión con la locura. Pero juzgados en la evolución de las razas y de los grupos sociales, ellos culminan como casos de perfeccionamiento activo, en beneficio de la civilización y la especie”
José Ingenieros

 

A. INTRODUCCIÓN

        


        Sarmiento y la izquierda argentina tienen infinidades de cuestiones que contar y que traslucir frente al velo del gen dicotómico argentino. Una lógica binaria en la que estamos inmersos desde hace 201 años de la creación del “ser argentino”.
         Partimos a hacer un ejercicio que construya,  configure e incite a la conexión o la fusión de ideas, que desde la lógica schmittiana de no poder contemplar grises ni apreciar las diferencias, no deja trascender ni fomentar la apreciación que, desde paradigmas opuestos, permite alinear ideas, tendencias y preconfiguraciones que evoquen lineamientos similares a la hora de mirar lo político y la política de nuestro país.
De la  extensa bibliografía de Domingo Faustino Sarmiento se pueden extraer tres enclaves importantes y fundamentales para entender las conexiones con la izquierda argentina: El concepto de república, el de democracia y el de inmigración. Conceptos que tienen un entramado de luchas, de contradicciones y de reformulaciones que se pondrán en tela de juicio, se compararán y terminarán por fusionarse con la pretensión de lograr que teoría y praxis -afirmadas en el dicho popular como equidistantes- puedan lograr una afirmación argumentativa, de contenidos cercanos y similares en apreciación.
La osadía y lo onírico de esta puesta en marcha no es un condicionamiento, sino que es un impulso atrapante y enriquecedor que lleva al conocimiento de distintas perspectivas, lineamientos, posicionamientos y observaciones a una conclusión más cabal de lo que fue, de lo que es y de lo que será el pensamiento social argentino y latinoamericano.



1.   REPÚBLICA ( Civilización o Barbarie + Unidad Latinoamericana )

         La república en clave “sarmientina” es la primera estación que nos traslada al encuentro imaginario y al puente de ideas argentinas entre Domingo Faustino Sarmiento y la izquierda “gaucha” tradicional.
         Sarmiento en Facundo inicia su edificación teórico-práctica de su pretensión republicana. Parte de la dicotomía entre civilización y barbarie. La civilización se enmarca con Europa, Estados Unidos, la ciudad, Rivadavia, etc. En tanto la barbarie se asemeja a América latina, España, el campo, Roca, etc.[1]
         Estas ideas van a ser retomadas por la izquierda tradicional Argentina, si bien no retienen la entidad originaria, el corpus argumentativo está presente.
         “La civilización argentina es un derivado de la barbarie argentina. No se disocian los términos como para oponerlos en excluyente fórmula beligerante; se enlazan, se complementan, se confunden. No civilización frente a barbarie. Sí, civilización con barbarie. Nuestra barbarie es el alimento de nuestra civilización. Su alimento primero. Durante gran parte del primer siglo republicano, fue el único”.[2]
         Otra característica clave del ex Presidente a la hora de argumentar el concepto de república, se cristalizó en la pretensión de extender las raíces de la civilización, enarboladas en materialización del espejo norteamericano, como afirma Natalio Botana al fundamentar que: “Sarmiento quería a la república como un objeto capaz de ser poseído. Más que una forma de gobierno y un orden estatal (monopolio de la violencia que, cuando le tocó en suerte, impuso contra viento y marea), la república era para ese ser enorme de asociación y sentimientos comunes, ensanchó el perímetro de las ciudades”.[3]
            La izquierda argentina, a su manera, también reivindicó dar un paso adelante frente al presente del país que atesoraba autoritarismo, explotación y desigualdad social. La civilización era una respuesta a la desesperanza de la época, al fomento de una educación pública de nivel, a una mayor transparencia pública, a un sin fin de nuevas oportunidades para el trabajador, y así lo reflejó uno de los fundadores y símbolos del Partido Socialista, Juan Bautista Justo, al expresar que: No disculpemos nuestro atraso diciendo que somos una nación joven, ni con las condiciones especiales del país. El pueblo de Nueva Zelanda, agrícola y pastoril como el nuestro, y con una historia de pocas décadas, tiene instituciones y costumbres políticas que ya otros pueblos imitan. En la Unión Americana, los estados últimamente constituidos en el Far West se dan las constituciones más libres y establecen las prácticas políticas más adelantadas. En la misma Colonia del Cabo, país de negros, cuya población blanca está dividida por cuestión de razas, la política es un modelo al lado de la nuestra: en las elecciones de marzo del corriente año  triunfó allí el partido progresista, cuyo programa es la libre introducción de los productos alimenticios, la educación obligatoria, el impuesto sobre el alcohol, la restricción de la venta de licores a los nativos, el desarrollo ferrocarrilero y un voto anual u otro para la defensa marítima del Imperio Británico”[4].
            Sarmiento proseguía en su escarmiento teórico a la hora de identificar el concepto republicano en la Argentina y esa tendencia prosiguió en otra de sus obras clásicas, como ha sido Viajes en África, Europa y América. Allí exhibe un malestar en ascenso contra las manifestaciones y los sucesos que se venían registrando en Argentina y en América del sur, donde la libertad y la educación estaban ausentes no existía tampoco una Constitución que efectivice el quehacer ciudadano. Aquí se ve como el desvelo del modelo estadounidense hipnotizaba al expresidente y, a su vez, comparándolo con la realidad sudamericana, se mostraba decepcionado: ¡Qué maldición pesa, Dios mío, sobre aquella malhadada raza española en la América del Sud, que sin el consolador espectáculo de la sajona del Norte, el republicano moderno se quitaría la vida como Casio, desesperando ya para siempre de la libertad como de una quimera, renegando de la virtud como de una sombra vana!”.[5]
 En una línea lógica similar Juan Bautista Justo plantea en un discurso memorable en 1898 cómo la sociedad argentina no puede quitarse el velo para poder traspasar la pared del atraso que la tenía a finales de siglo XIX ensimismada en una órbita de decepción institucional, cultural y formativa Si nuestra política es nula o contraproducente, como parece indicarlo el desprecio con que muchos  hombres de pocos alcances hablan entre nosotros de la política en general debe ser porque políticamente somos un pueblo ignorante y bárbaro, porque recibimos la inmigración de pueblos que tampoco tienen educación política”.[6]
            Ese ideal cognoscible buscado por Sarmiento, en el cual su mirada civilizatoria y emancipatoria, recurría inexorablemente al origen identitario de forjar una “unidad latinoamericana básica”, donde Uruguay, junto con el Paraguay y la República Argentina en una federación con el nombre de “Estados Unidos de la América del sud” debía cristalizar y revelar la esperanza del porvenir y de la prosperidad del sur.[7] Esa amplitud de fronteras, de territorios y de voces se asemeja a grandes rasgos con el grito sagrado latinoamericanista de la izquierda tradicional, evocado desde José Ingenieros, Alfredo Palacios, Jorge  Ramos hasta Mílciades Peña, entre otros referentes de la izquierda nacional.
            Uno de estos grandes personajes de la izquierda, Alfredo Lorenzo Palacios, fue de los primeros dentro del gran espectro izquierdista que planteó la necesidad de unir, de plasmar y de congeniar las ideas y las voces latinoamericanas en una causa que encuentre a las diversas expresiones unidas o, como diría Ugarte, sumidos en la formación de una “patria grande”.
            En resumen, se puede apreciar como los dilemas ideológicos e intelectualistas quedan reducidos o aislados frente a la temática abordada, y cómo se han mediado puentes entre retóricas alejadas desde las ideas y los programas reflejando que el universo político de los extremos se puede fusionar en cuestiones puntuales. Al final de cuentas, como bien dice José Ingenieros, “Sarmiento sintetiza una era en nuestra latinidad americana”[8].



2.     DEMOCRACIA ( EDUCACIÓN POPULAR + INSTITUCIONES )

El sentido democrático del autor del Facundo se efectivizó en la praxis durante su mandato como presidente de la nación. Entre las facetas más importantes de la política que llevó a cabo se pueden destacar: el otorgamiento de mayores recursos para las provincias, el importante rol de la política educacional con la creación de gran cantidad de escuelas en el interior del país, la visión latinoamericanista de su política diplomática y el anhelo del respeto y el cuidado de las instituciones del país.
El respeto de la ley, la constitución y las instituciones democráticas fueron unas de     las “leyendas” con las cuales pregonaba antes de encauzar su destino hacia la
presidencia. Esta idea queda reflejada en forma clara, al referirse que “volver a  
reconstruir la república bajo el imperio que las leyes que permiten la libertad, sin la
licencia, que hacen inútil el terror y las violencias que los estúpidos necesitan para
mandar”. [9]
        En tanto, los socialistas de la mano de Juan Bautista Justo vociferaban que se debía sacar del terreno personal a la política e implementar una auténtica democracia. El desafío era atacar la denominada “política criolla”, con su impronta caudillista, antidemocrática y facciosa. El ejemplo más claro se situaba en la educación, uno de los pilares de esa cosmovisión represiva y corrupta. En ese sentido y siguiendo la línea de Sarmiento, el socialismo fortaleció una de sus banderas, como fue en 1918, la generación del movimiento reformista universitario y su programa que se efectivizó en ese año.
        La educación  popular,  la expansión de la “civilización”  al interior “bárbaro” era una de las grandes apuestas de amplitud democrática, en un país subordinado en el centralismo absoluto y en lógica perversa del caudillismo. El estado debía tener una función articuladora emancipadora, que logre traspasar las barreras imaginarias que se hacían sentir desde Buenos Aires. El cambio debía surgir del Estado nacional, esta idea la había tomado de sus viajes a Estados Unidos principalmente, donde el rol del Estado en lógicas de salud y educación forjaban una expansión manifiesta de la democracia. La educación formaba a los individuos aptos para competir en el mercado y hacerse cargo de las cosas públicas. Entre ellas, en primer lugar, las escuelas y los maestros, que eran responsabilidad de todo gobierno local.”[10]
                Para los socialistas y la izquierda en general, la educación popular era un principio y una forma de acción. Alicia Moreau era fundamentalmente educadora: en los cursos que dictaba, en las organizaciones que creaba o impulsaba. Había hecho de la docencia un sacerdocio. Milciades Peña reflejaba a un Sarmiento que anhelaba la educación común, civilizar al pueblo mediante la educación primaria, para arrancar a los hijos de la oligarquía el monopolio educativo. Esto no quiere decir que tanto los socialistas o la izquierda más dura reivindiquen la idea dicotómica entre civilización y barbarie o que concuerden con la premisa de genocidio contra los pueblos originarios.
            El respeto por las instituciones es uno de los puntos álgidos que enmarca tanto a Sarmiento como a la izquierda tradicional, en una reválida por lograr una democracia verdadera. El expresidente argumentaba que “El mal no está en los hombres, sino en la falta de instituciones, en la falsedad de posición de cada uno de los personajes de este extraño drama”[11]. Buscaba un paralelismo directo con las instituciones estadounidenses en búsqueda de mayor armonía pública, amplitud democrática, transparencia y pluralismo manifiesto que elimine cualquier rastro corrupto, oscuro e inmoral de las instituciones de la nación.
Tanto el socialismo como la izquierda dura se identifican con lo institucional, con la mejora y con la transparencia real, con la democratización y con la profundización de una coherencia de la ética pública; fundamentación que se aprecia en todas sus expresiones, simbolismos y etapas de vida.
Esta lucha por la reafirmación democrática y por la defensa irrestricta de las instituciones públicas se puede vislumbrar en palabras del periodista y escritor Dardo Cúneo, quien afirmaba que: “El ciudadano sabía que valía como tal cuando participaba en la democracia popular de la esquina, de su barrio, entre los suyos; en cambio, cuando era llamado para elegir un presidente para la república se producía la baja de su valor como ciudadano. La democracia terminaba donde debía encontrar su confirmación”. [12]
En resumen, la democracia para Sarmiento tiene un hilo conductor que se une con las formas de la izquierda argentina. La predica por una mejor institucionalización del país como recurso a la amplitud democrática o a la expansión de la ética pública como pilar de grandeza nacional. El sostenimiento y la lucha por la expansión de una educación pública que trascienda la ciudad, provincia y fronteras para poder disponer de hombres racionales que dispensen de toda sumisión al autoritarismo. La constitución como el ideario empírico del país, cuyo valor fundamental  era  su cumplimiento, su expansión y su interpretación manifiesta como base fundamental republicana. Todas estas causas se interrelacionan con la finalidad de edificar una construcción real y práctica democrática que se manifieste a lo largo y a lo ancho del país, como parte de lo que decía Guillermo Estévez Boero, como el avance de los pueblos y su lógica de trascender con el tiempo respetando los procesos, la experiencia y las luchas. [13]


    3. INMIGRACIÓN

La inmigración es un foco de atención primordial en la lógica de Sarmiento y en la izquierda argentina. Esta debía ser una política dinámica que tenga como efecto inmediato poblar el país con mano de obra disponible, ampliar la mirada cultural y generar riquezas[14]. En otras palabras: democratizar el uso de la tierra, navegación de los ríos y la confianza en el gobierno.
El socialismo en la voz de Juan Bautista Justo no renegaba la idea de fomentar la inmigración extranjera, sin embargo era crítico de aquel elemento artificial que supone a la inmigración, como el recurso de colonización capitalista. Justo decía que “En nombre de este nacionalismo obrero, protestemos siempre contra todo elemento artificial de la inmigración, opongámonos a ese mal recurso de la colonización capitalista, que hace pagar al pueblo trabajador del país el aporte de los competidores en la lucha por el salario. Vengan en buena hora obreros extranjeros, pero vengan espontáneamente; en prueba de que aquí los trabajadores están mejor que en otra parte, y vengan sobre todo los que tengan ya en la levadura de ideas, la chispa de conciencia histórica que haya puesto en su cerebro el socialismo europeo, e incorpórense cuanto antes a nuestros gremios ya nuestra organización política”. [15]
Sarmiento tenía una gran esperanza respecto a la inmigración europea, a la cual veía como “el elemento de principal orden y moralización con que la República Argentina contaba en aquel entonces”[16]. Sin embargo, cabe destacar que Sarmiento no fomentaba cualquier tipo de inmigración europea sino puntualmente aquella que viniese a aportar su trabajo, ejemplo e ideas para desarrollar la nación, y no especulaciones financieras bajo el nombre de empréstitos impagables. Decía Sarmiento: "Somos muy pocos habitantes para abarcar tanta tierra como la que tenemos para el trabajo y la riqueza. La del país no se hará sino con el esfuerzo de los extranjeros. No queremos sus ahorros convertidos en empréstitos que muchas veces no podemos pagar. Queremos sus brazos, sus músculos, su inteligencia, sus iniciativas.[17]  Su interpretación consistía en depositar su confianza en el rol civilizador que traía la moralidad, junto a la idea de que el inmigrante o la inmigración proveerían a la república un progreso social incalculable, aunque rechazaba a aquellos extranjeros que buscaban el beneficio propio en detrimento de la emancipación de la  civilización.
En esta línea de pensamiento y desde la izquierda nacional, Norberto Galasso reconoce el fomentar entre los inmigrantes las ideas de unidad, de nacionalismo, de lograr la radicación definitiva e inserción dentro de la república pero fundamentalmente que los llegados de diversas latitudes intervengan en la acción política y en la expansión democrática que ello trae.[18]
            Esa acción política fue vista por Nahuel Moreno como el desarrollo de las fuerzas productivas[19], creación netamente humana, que posibilitó la comunión de ideas, el intercambio cultural, la ampliación de las relaciones de producción y la interrelación política para el devenir de la nación argentina.
En resumen, la temática correspondiente a la inmigración comprendió un largo proceso de adecuación en el pensamiento de Sarmiento, en el cual avizoraba una tendencia política de disponer de la inmigración como emergente y como herramienta práctica para la evolución del país. Lograr la integración federal, unir los distintos puntos cardinales, asegurar el poblamiento de zonas deshabitadas y la formación de una verdadera identidad nacional que traspasase las fronteras de la Buenos Aires civilizada era la manera de aglutinar las ideas avanzadas del primer mundo. Todo este entramado trae como corolario la idea del avance, del progreso social, de la democratización de la república, en tiempos en que la Constitución era un mero conjunto de leyes inertes, sumado a la existencia de un caudillismo absoluto y un tendal de analfabetismo en crecimiento. Ideas que la izquierda argentina impulsara, aunque no de forma calcada pero generando y luchando por el avance del concepto de lo nacional y adaptando a los inmigrantes al barro político para poder lograr el beneficio igualitario de todos los ciudadanos, el respeto por las libertades constitucionales olvidadas y diseñar caminos para modificar una realidad social estigmatizada para los grupos sociales de clase baja o recién llegados de otros países, olvidados por los gobiernos de turno de la época.


4.     CONCLUSIÓN

            Llegamos al final del cauce, del ejercicio asociativo y del puente imaginario entre Sarmiento y la izquierda argentina. A lo largo del recorrido de ensueño se pudo constatar diversas tesituras que fueron acomodando el mapa conceptual entre los dos campos ideológicamente opuestos y separados en apariencia, como lo son Sarmiento y la izquierda nacional. Se pudo apreciar como el concepto republicano en Sarmiento no es distante sino que puede tener un sentido lineal y aproximado al entramado conceptual de la izquierda “gaucha”. La mirada puesta en modelos exitosos del exterior como formas de progreso, avance nacional, solución  y  forma de expandir el orden civilizatorio, en una Argentina a la cual le reprendían el sentido de atraso y de calidad institucional. 
Otro punto clave de este tránsito es el concepto de democracia, donde se pueden distinguir condimentos que amplían la mirada sobre el término. La democracia en Sarmiento como también en la izquierda necesitó respirar y abrirse un camino identitario, que debía plasmarse en un orden evolutivo de la sociedad, con el surgimiento de una verdadera y profunda educación popular que lograse trascender la mayor cantidad de pueblos, ciudades y lugares de la nación. Dar cuenta de una verdadera Constitución que liberase al individuo atado y ensimismado ante el caudillismo dominante y dotase a la república de instituciones públicas transparentes con personal capacitado y con un sentido de lo colectivo. 
El tercer condimento importante de esta historia se sitúa en el factor inmigratorio donde tanto Sarmiento como la izquierda veían con buenos ojos la idea de la venida de nuevos ciudadanos a la tierra del plata para incrementar el mapa demográfico, descentralizar el país, configurar una identidad nacional plasmada en la unión de los argentinos con los recién llegados y  generar herramientas que posibilitasen que la acción política tuviera implicancias directas en la regeneración cultural y en otra forma de efectivizar el mandato representativo imperante en el país.

                Sin embargo, no se pueden obviar diferencias teóricas y prácticas entre Sarmiento y la izquierda argentina. Entre los críticos más furibundos se encuentra Mílciades Peñas quien rechazó la guerra del Paraguay, su ligazón con la oligarquía porteña a la hora de luchar contra la barbarie, no romper con la oligarquía en su conjunto pese a que logró elevarse sobre los intereses de las fracciones oligárquicas durante su presidencia y la falta de decisión para desplegar un progreso real en la emancipación de la idea de la identidad argentina, como la profundización latinoamericanista.
                Para finalizar, el camino llega a su última estación, la conexión asociativa toma su último impulso y nos deja una serie de cuestiones y  predisposiciones para no caer en la idea trillada de que no se pueden unir a los opuestos o que los opuestos tejan uniones, acercando posiciones y verdades para adecuarnos a realidades inimaginables y así establecer puentes imaginarios entre Sarmiento y la izquierda argentina.


[1] Sarmiento, Domingo Faustino, “Facundo o civilización o barbarie”. Edicomunicación. 1994.
[2] Cúneo, Dardo, “El desencuentro Argentino”.Editorial Pleamar.1965. Pág.6.
[3] Ver Botana, Natalio “Lo que Sarmiento nos diría hoy”.­­­­ Disponible en:                                                                        http://www.lanacion.com.ar/1339139-lo-que-sarmiento-nos-diria-hoy

[4] Justo, Juan Bautista, “Conferencia dada en El Ateneo, de Buenos Aires, el 18 de julio de 1898”.Pág. 9
[5] Sarmiento, Domingo Faustino, “Viajes en Europa, África y Ámerica”. Santiago de Chile.1849. Pág.215.
[6] Justo, Juan Bautista, “Conferencia dada en El Ateneo, de Buenos Aires, el 18 de julio de 1898”.Pág. 9.
[7] Sarmiento, Domingo Faustino, “Argirolopis o la capital de los estados confederados del río de la plata”.1850.­­­­­­
[8] Ingenieros, José, “El hombre mediocre”.Editorial El Aleph. Buenos Aires. 2000. Pág.192.
[9] Sarmiento, Domingo Faustino, “Facundo o civilización o barbarie”. Edicomunicación. 1994. Pág.90.
[10] Ver Romero, Luis Alberto, “Sarmiento: La educación y la democracia”. Disponible en: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0554/articulo.php?art=27635&ed=0554

[11] Sarmiento, Domingo Faustino, “Argiropolis o la capital de los estados confederados del río de la plata”.Santiago de Chile.1850.Pág.46.
[12] Cúneo, Dardo, “El desencuentro Argentino”.Editorial Pleamar.1965. Pág.33.
[13] Estévez Boero, Guillermo, “Argentina en el tiempo”.Editada por el Partido Socialista Popular.1980.
[14] Sarmiento, Domingo Faustino, “Argirolopis o la capital de los estados confederados del río de la plata”.1850.

[15]  Justo, Juan Bautista, “Internacionalismo y patria”. Buenos Aires. La Vanguardia, 1925. Pág. 123.
[16]  Sarmiento, Domingo Faustino, “Facundo o civilización o barbarie”. Edicomunicación. 1994. Pág.327.            
[17]  Peña, Milciades, “Alberdi, Sarmiento, el 90 – Límites del nacionalismo argentino en el siglo XIX”. 1973. Pág.68.
[18] Galasso, Norberto, “Sarmiento, civilizado o bárbaro”. Centro cultura Enrique Santos Discépolo, 2003.
[19] Moreno, Nahuel, “Método para la interpretación de la historia argentina”. Ediciones Antídoto. Buenos Aires, 1989

No hay comentarios:

Publicar un comentario